Artículo de EL ESPECTADOR sobre la violencia escolar

lunes, 28 de junio de 2010 14:00 Publicado por lizeth portocarrero

Frente a la violencia escolar

Nos enteramos esta semana de cifras escandalosas de violencia en los colegios de Bogotá, gracias a un estudio muy amplio contratado por la Secretaría de Gobierno y realizado por la Universidad de los Andes y el DANE.

El debate se ha centrado en gran parte en el aparente ocultamiento del estudio por parte de la Secretaría de Gobierno, por razones políticas en período electoral. Este debate es importante, no cabe duda, pero ha opacado la atención sobre lo que nos dicen los resultados y lo que se puede y debe hacer ya mismo para enfrentar este grave problema.

El estudio es el más riguroso y completo que se ha hecho sobre el tema en Colombia y la idea original era realizarlo cada tres años para evaluar cómo van evolucionando los indicadores de violencia escolar en la ciudad y así poder detectar a tiempo tanto lo que puede estar empeorando como las medidas que puedan estar resultando efectivas. Consideramos fundamental retomar esa idea e inclusive poder replicarla en otras ciudades de Colombia.

Hay dos tipos de medidas posibles frente al problema: las inmediatas con efectos a corto plazo y las de prevención con efectos a mediano y largo plazo. Ambas son igual de necesarias. Las primeras, las de corto plazo, son fundamentales para evitar de inmediato que haya tantos niños expuestos a contextos de violencia y criminalidad en los colegios. No podemos permitir que encuentren allí maltrato, robos, drogas, armas y pandillas violentas. Por ejemplo, hay que buscar cómo cortar de inmediato la entrada de armas y drogas a los colegios. Todavía no es claro si la mejor manera es con detectores manuales de metales, cámaras de seguridad, requisas aleatorias, policía comunitaria o con medidas más coherentes con la “croactividad” promovida por Antanas Mockus, en la que serían los mismos estudiantes quienes denunciarían la criminalidad a través de mecanismos confidenciales y seguros. En cualquier caso, algunas de estas medidas deben implementarse ya. No podemos darnos el lujo de ser permisivos frente a algo tan grave.

Por otro lado, la prevención es casi siempre la mejor alternativa. Y en este campo hay avances importantes. Ya sabemos, por ejemplo, que mientras más temprano, mejor. Es decir, es fundamental tener programas de educación para la convivencia desde preescolar. Desde sus primeros años, los niños deben aprender a resolver sus conflictos de manera pacífica y a ser capaces de frenar la agresión de maneras no agresivas. No con discursos del tipo “tienen que portarse bien”, sino con el desarrollo de capacidades en lo que se conoce como competencias ciudadanas. Deben aprender a manejar su rabia para que no terminen haciéndoles daño a otros simplemente por falta de control. Deben aprender a no valorar la agresión como una manera válida de conseguir objetivos, ni a admirar las acciones agresivas de algunos. Deben aprender a reconocer que el dolor de los otros les debe importar. Aprender esto no es fácil en una sociedad que ha vivido la violencia tan cerca y por tanto tiempo pero, si queremos transformarla, es justamente allí donde tenemos que hacer más esfuerzos.

Los padres de familia deben ser aliados fundamentales en el proceso. Y para ellos también hay herramientas muy valiosas, como el kitpapaz desarrollado recientemente por la misma Universidad de los Andes y por la organización RedPapaz(www.redpapaz.org/kitpapaz/intimidacion.html). Toda esta gran labor debe ser una colaboración entre los colegios, las familias y el resto de la sociedad.

El debate sobre las cifras de violencia en los colegios debe prender alarmas, pero también debe ser una oportunidad para avanzar, desde la educación, hacia una mejor sociedad.


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